viernes, 11 de diciembre de 2009

El Beso

Como a Héctor Abad Facioline le gustan las citas y sabe muchas de memoria –versos--, el próximo ejercicio tiene un prefacio: Unas líneas de Santa Teresa de Ávila, otra poeta de la propia lengua. “Las palabras precisas y verdaderas tienen el mismo poder de los actos”.

“Los escritores --y Abad ya no cita pero parece que siguiera declamando--, tenemos que ser capaces de que las palabras logren producir unas sensaciones tan fuertes, tan completas, que sean casi del mismo tamaño de los actos, que sean como vivir algo”.
Ahora, hoja en blanco, toca, en un párrafo, describir un beso.

El Beso en los Tiempos del A H1N1

No tocar, no vale. Ahora ni siquiera como saludo. ¿También para la intimidad? Nos preguntamos todos. El amor en los tiempos de la Influenza, del A H1N1 se ha transformado, y con él, con ello, también el beso. Ahora sólo son miradas, fuertes, apasionadas. No tocar, no vale. Las pupilas se dilatan, los ojos se llenan de agua, las pestañas se agitan, el sudor se hace presente. La respiración es agitada. Vaya el gobierno lejos con sus recomendaciones. Yo quiero besar, sentir la humedad de uno labios pero sin miedo, sin bacterias ni virus que me puedan llevar a la muerte. Quiero morir pero de amor, de pasión y éxtasis. Quiero respirar en su mejilla sin un gel antibacterial en las manos, quiero sus manos tocar y al mismo tiempo juntar los labios, intercambiar saliva. Jugar con su lengua. Pronto pasará, y el beso volverá a ser húmedo y tan cálido como él.

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